lunes, 22 de julio de 2013

III MARATÓN DE VERANO: YECLA-AYNA (2013)

Texto: Chir-liebre
En Yecla fue siempre agosto el mes de las vacaciones. Sé que algunos las tenéis antes o después y otros, lamentablemente, todo el año. Al finalizar julio proliferan celebraciones que sacuden la rutina de los meses de trabajo como preludio del descanso del que la mayoría estarán aburridos a las dos semanas. Años atrás eran sonadas las cenas de empresa el último día de trabajo, “noche de los cuernos” la llamaban algunos. Nosotros los ciclistas, a nuestra manera, también festejamos el cambio de ciclo que nos traerá agosto como más nos gusta: haciendo una larga kilometrada que es la excusa para recorrer y conocer nuevas rutas y parajes. Y, habiendo quemado en el camino muchas más calorías de las que seremos capaces de ingerir, darnos un merecido homenaje gastronómico sin ningún remordimiento.
En 2011 fuimos a Potríes (Gandía) por la Vía Verde del Chicharra: todo un clásico al alcance de cualquiera que monte en bici con regularidad.
En 2012 llegamos al Balneario Hervideros deCofrentes treinta y tres liebres: la mayor concentración lebruna registrada hasta la fecha sin que mediase un almuerzo “de gorra”.
Este año 2013 el destino propuesto fue Ayna, la Suiza Manchega. Un precioso pueblo serrano asomado al rio Mundo y rodeado de espacios naturales donde disfrutar de la bicicleta de montaña. La idea surge a partir de un plan que Pepe del Ramo me dejó caer un día: “tenemos que ir de Yecla a Riópar en bici de montaña siguiendo el cauce del río Mundo”. Me pareció una buena idea y empecé a buscar tracks, repasar mapas y recorrer curvas de nivel en la pantalla de mi ordenador. Me sorprendió ver que Yecla y Ayna están a 83 kilómetros en línea recta, con lo que era un posible destino para una ruta de verano del Club. Se propuso a la asamblea y le pareció bien. Con gente como vosotros, que no le pone pegas a nada, da gusto. Y nos pusimos manos a la obra.
Preparar la ruta de este año ha encontrado más dificultades de las esperadas. En este negocio de pedales y ruedas gordas, belleza y dificultad de las rutas suelen ir de la mano. En este caso reuní media docena de variantes para el trayecto. Unas más largas, otras más cortas. Unas más atractiva, otras más monótonas. Un par de salidas desde Yecla nos aclararon que la mejor ruta hasta Torre Uchea va por el Camino del Gamellón. Una posterior exploración desde Nava de Campana por la ruta de los ciezanos del Zig-Zag, un PR que discurre al sur del Talave y antiguas sendas paralelas al río nos hizo entender que lo que pretendía era un tremendo disparate para un día de más de cien kilómetros. Y casi por eliminación, se definió la ruta del pasado domingo, que mantuvo la dureza justa dentro de un entorno ameno y atractivo.
Tras dos bajas de última hora, a las 6:12 veintidós liebres empezamos a pedalear entre aplausos y vítores que afectuosamente nos ofrecían los grupos de jóvenes a los que en ese momento estaban echando a la calle a escobazos desde los bares moda de la Calle San Luis. La salida por la carretera de Jumilla fue breve y rápida y antes de las 6:30 tomábamos el Camino de Los Picarios: la primera subida del día.
Cruzamos la traviesa. Dos sierras, La Cingla y Los Gavilanes cierran los lados de un escenario en cuyo fondo aparecen la Sierra de La Pedrera y del Escabezado, que nos siguen escoltando hasta el paraje de La Piedad. Junto a unas modernas plantaciones de frutales llegamos a un escondido collado donde pronto reaparece el camino que, cruzando la carretera de Albatana, pasa por la Casa del Barón del Solar De Espinosa, primera que nos encontramos en tierras ya de La Mancha.
La ruta discurre bordeando lomas de pinar y rastrojos recién segados en un paisaje rural pintoresco que se termina fundiendo con la llanura manchega.
A las 8:39 cruzamos bajo el ferrocarril y llegamos a Torre Uchea. Tras tres kilómetros de asfalto llegamos a Nava de Campana. Nos repartimos entre unos bancos a la sombra y la terraza del bar K la Mari para comernos el bocadillo del almuerzo; que siempre pasa mejor con un trago de cerveza. 54 km en 2:35. No llevamos mala media, pero que nadie se engañe. Hemos hecho lo más fácil que es bajar hasta Hellín. Después empezaremos a remontar subida tras subida hasta completar los 1500 m de ascensión que nos esperaban.
Seguimos la carretera de Isso otros 4 km y tocamos de nuevo caminos de tierra que nos llevan a la Rambla del Pepino, una entretenida senda habitual en las carreras de Hellín en la que los más inquietos pudieron divertirse un poco. Hasta que Miguel nos dio el único susto del día al caerse de la bici sin pedirnos permiso y hacerse un pequeño corte que pronto dejó de sangrar y que del que en un par de semanas no mostrará ni rastro su barbilla.
Salimos de la senda y nos reagrupamos a la sombra de unos melocotoneros. Hicimos la buena obra del día aliviando sus ramas dobladas del tremendo peso de los frutos maduros. Pero solo cogimos los que estaban apedreados para no perjudicar al dueño.
Cruzamos la carretera de Elche de la Sierra por las últimas casas de Isso y una sucesión de caminos son lleva hasta la carretera del Pantano del Talave, que resulta una subida llevadera entre pinos y chopos siguiendo el atractivo curso del río Mundo, más espectacular según nos acercamos al impresionante estruendo del agua que expulsa el aliviadero de la presa.
Parada imprescindible para contemplar la presa, el pantano y sus alrededores y echar algo al estómago, que son las 10:30 y ya llevamos setenta y ocho kilómetros.
Continuamos por la orilla norte del pantano y salimos por la carretera que pronto cambiamos por una pista de tierra. En poco más de un kilómetro nos conecta con la infraestructura del Canal de Trasvase Tajo-Segura, cuya corriente remontaremos hasta tomar un camino que tras voltear el Collado de la Muela conecta con la carretera de Liétor que dejamos tras 700 metros recorridos.
 A la sombra de unos olivos nos refugiamos del implacable sol que nos cae a plomo cuando falta un cuarto de hora para las doce. Esperamos la llegada de todos los compañeros y aprovechando que ahora sí hay cobertura, contactamos con el coche de apoyo y les comunicamos que vamos por delante del horario previsto y tienen que dirigirse de inmediato al punto de avituallamiento.
Tras reiniciar la marcha cruzamos la carretera de Bogarra y un par de cadenas. Unos metros de asfalto y un fuerte repecho de piedra suelta nos llevan a la casita donde veranea el Tío del Mazo, que nos venía persiguiendo ya varios kilómetros sin alcanzarnos por suerte. Muy pronto nos refugiamos bajo el único pinar frondoso que había en la ruta a esperar la llegada del coche escoba. A los pocos minutos llegaron Mónica y Emi con las neveras llenas de bebidas frescas y hielo. Parece que el agua de mayo es muy beneficiosa. Pues os aseguro que el hielo en julio lo es mucho más.
Tras refrescarnos y reponer bidones y mochilas nos dirigimos a completar los últimos 18 kilómetros del día subiendo por unos caminos pedregosos en los que quedaban las marcas de la carrera de Liétor. Un último descenso por un camino y senda de guijarros puso a prueba nuestro equilibrio por penúltima vez y así llegamos al camino asfaltado que une la aldea de Híjar con la carretera CM 3213.
Hacemos el último kilómetro de asfalto y tomamos la pista que, por fin, terminará el nuestro destino. Unos metros de ascensión, la penúltima, dan paso a una rápida bajada por una pista ente montañas que se abre paso hacia el valle del Mundo. Se hace duro que a la altura del km 105 vuelvan los últimos repechos, uno de ellos especialmente intenso aunque corto. Después ya todo es bajar, curva tras curva, hasta que tras las peñas aparece la imagen espectacular de un pueblo colgado en la ladera asomándose a un río: Ayna. No podemos más que parar a contemplar unas vistas espectaculares y hacer fotos.
Entramos al pueblo y sufrimos las últimas cuestas en nuestras piernas. Vitoreados ahora por paisanos y visitantes que disfrutaban de su día de la tapa en las terrazas, lo cruzamos de punta a punta y llegamos al final de ruta: la piscina municipal. Ésta merece mención aparte. El agua helada y natural nos recuperó del calor y el cansancio. Pocos baños recuerdo como el de este día. Las aguas naturales que se renueva continuamente bajo los cortados rocosos lo convierten en una experiencia especial que merecerá la pena repetir.
La comida corrió a cargo del Restaurante La Toba, junto a la piscina. Un menú típico serrano, a base de huevos con patatas y chuletas de cordero, satisfizo a los hambrientos ciclistas que con más hambre que Carpanta tras casi ocho horas sobre la bicicleta, y ciento once kilómetros en los que tuvimos que ascender 1.500 metros, dejamos los platos más limpios que cuando los estrenaron.
La jornada resultó bien. En todo momento reinó un buen ambiente. En ritmo vivo de las primeras horas de la mañana permitió hacer la segunda mitad de la etapa sin prisas ni agobios, afrontando las dificultades con tranquilidad y parando a contemplar el paisaje cuando apetecía. Sabemos que el agua da mucho juego, y los tramos junto al río, el pantano y el canal fueron los más atractivos. Un par de sendas rompieron la monotonía de las pistas y cuando nos cogió el calor de verdad, el comando de apoyo formado por las “Chirlaques-consortes” apareció con las neveras en el sitio previsto.
Pero si la ruta, el entorno y los avituallamientos estuvieron bien, lo mejor de todo, sin lugar a dudas, fueron los participantes y acompañantes. Con gente así se puede ir al fin del mundo. Gracias a todos.
Y quienes por un motivo u otro no participasteis en la ruta, sabed que os echamos en falta y os esperamos para la próxima.
Gracias a Toni, Juan, Andrés, Emi, Javi y a todos quienes han aportado las fotos.

II VUELTA AL TÉRMINO DE YECLA (JUNIO 2013)

(Texto Chir-liebre)
La cara de satisfacción y las agujetas que nos ha dejado la ruta del sábado tardarán varios días en desaparecer. Lo que difícilmente olvidaremos son los buenos momentos vividos y compartidos en esta segunda edición de la Vuelta al Término de Yecla en BTT.
La experiencia del año pasado fue muy útil. Hemos sabido aprovechar los aciertos y aprender de los errores. No nos han faltado colaboradores y además hemos tenido suerte con el tiempo. El resultado ha sido, seguramente, la jornada de bicicleta más completa y gratificante que podemos disfrutar sin salir de Yecla.

Antes de empezar es obligado reconocer públicamente a quienes que han colaborado para que todo saliera así de bien.
Gracias a los primeros y más importantes: los ciclistas, que se han adaptado a todo lo que han encontrado en 152 km de recorrido. Se han metido en todas las encerronas que les habíamos preparado sin quejarse, y, para colmo, han terminado con una sonrisa de oreja a oreja. Gracias, sin excepción, a todos los que habéis participado y a todos los que os habéis quedado con las ganas de hacerlo porque sois la única razón de ser de todo este esfuerzo.
Gracias a todo el personal de apoyo que nos asistió en los avituallamientos.
Empezando por Paco Sánchez Ortuño (Saurín), que se ocupó del almuerzo y se preocupó no solo de echar vino en la bota, sino también de que no faltase café y coñac para los carajillos. Sin olvidarse de la alcuza del aceite, con la que algunos suavizaron el bocadillo y otros aliviaron los gruñidos de la cadena.
Seguimos con Miguel Arana y Carlos Conejero, quienes se ofrecieron voluntarios para lo que fuese menester y se preocuparon de que nadie saliese de las Casas de Palao sin comida y bebida suficientes para llegar a Raspay.
Mención especial para las chicas. Que nos inundaron con su amabilidad y sus cuidados a la hora de la comida en Raspay: Anto, Emi, Esther, Noelia, María Luisa y Mónica. Creo que es imposible hacerlo mejor.
Sería injusto no mostrar también el reconocimiento de todos Juanmi Muñoz González, que, a pesar de haber pasado otra noche en blanco (o en Blanca, y no precisamente cerca de Abarán), estuvo todo el día de un sitio a otro: cámara en ristre haciendo el gran reportaje fotográfico del que hoy podemos presumir; trasladando las sobras de la Buitrera al Ardal, y del Ardal a Raspay; llevando noticias a los de delante de lo que pasaba por detrás. En una palabra: haciendo de traidor (y llevador) de todo lo que fuese menester.
No nos podemos olvidar de Jesús Verdú, concejal de Medio Ambiente, entre otras cosas. Su intervención solucionó en cinco minutos lo que no pudimos lograr en otros despachos y medió para que nos cediesen el local social de Raspay y utilizarlo durante la comida. Eso sí es eficacia; la misma que mostró Miguel, el Alcalde Pedáneo de Rapay, que se desvivió porque no nos faltase de nada, sacando casi cuatrocientas sillas, si bien, con 113 km ya recorridos, lo que nos cantaban los sobacos no eran precisamente villancicos.
Tampoco nos podemos olvidar de Alberto García Cantero, quien no pudo participar por imposiciones del trabajo, pero que colaboró desinteresadamente, sacando tiempo de donde no lo había, en el diseño del cartel de la marcha y del maillot conmemorativo que pronto podremos lucir.
Gracias por último a la Junta Directiva del Club que ha gestionado lo mejor que ha sabido el evento, y a los que colaboraron en los preparativos del viernes, todos de aquí para allá, preparando y organizando los víveres que nos repusieron las fuerzas para terminar.
Y una mención adicional a los tres establecimientos que nos han suministrado de casi todo lo necesario para la jornada: Autoservicio Lepanto, Frutas Hernández y La Cocina de la Abuela.
Hechas las presentaciones y las fotos de rigor engranamos un piñón cómodo para llegar por la Vía Verde del Chicharra hasta el límite municipal, frontera con Villena, verdadero punto de inicio de la ruta. Tomando dirección norte cruzamos carretera de Villena y de Caudete pasando antes por La Dividilla; y transcurrida la primera hora habríamos llegado a las inmediaciones de la Casa de Doña Elena, consumiendo las primeras sendas del día por los Altos de Caudete y la Rambla de Rovira. De camino, Paco, nuestro presidente, rompe uno de los escasos radios de sus flamantes ruedas Crossmax y se tienen que volver al pueblo. Me consta que sacó de la cama al mecánico que le reparó la avería para poder retomar la ruta en Los Gavilanes.
Acabada la segunda hora habíamos subido por la Casica Palabra, después de recorer las sendas del Cuchillo y la dividilla con Caudete que cruza la Traviesa junto a la Casa de Los Aljibes. Las trampas de grava suelta que empezaron a incomodar a más de uno.
Seguimos adentrándonos por los Rincones de la Fuente del Pinar y nos clavamos, como no, en un bancal. ¿Se puede imaginar una ruta de Los Liebres sin tramos de CB-BR(1)? Pues no. Así que ahí estaba el primero del día. Y poco después, pasada la Casa Almendros, el segundo. Y un poco más allá la senda que sube a los molinos de Tobarrillas en la que todos nos ganamos el almuerzo que nos reservaba Paco Sánchez cerca de la Casa del Requeté, al poco de pasar por Los Hitos.



















Un rato de merecido relax al Sol, bajo unos chaparros empinando la bota y posando para la prensa gráfica. Se veía a la gente contenta. El Sol no calentaba lo suficiente y casi nadie se desprendió de ropa. Llegaron Gabi y Juan Ortuño (con otra rueda rota de la misma marca que antes) que se comieron el bocadillo en marcha y salieron cortando sin tomar café. Saludando a unos y a otros andaba cuando veo que Andrés y sus Jóvenes Promesas estaban en marcha y a más de doscientos metros. ¿Es que hoy todo el mundo tiene prisa? Prácticamente no los volví a ver hasta el final.
Pasaba la cuarta hora y salía de la Rambla del Morteruelo tras rodear el Arabí. Siguieron La Hoya Muñoz, Molineta de la Casa Serrano, las Lomas de las Gateras, y Las Espernalas, paraje solitario y alejado de todas partes que antecede al Pozancón, donde termina la tranquilidad y llegan otra vez las cuestas que suben a lo alto de Los Gavilanes para cobrar, de recompensa, acabada la quinta hora, la senda de bajada en la que por fin parece que mis frenos se acomodan y dejan de chillar. Como voy solo, nadie me estorba ni me aprieta, sabiendo que no me voy a perder: me sé la ruta de memoria y mi Sportiva me avisa en cada cruce y desviación.
Llega el Cerro de los Condenados y su senda, la carretera de Jumilla y Los Charquillos. Nos acercamos a la Umbría de la Pava y por su senda consumo la sexta hora de bici. Bajo con cuidado entre Gavilanes y me encuentro con Los Hombres de Paco y el mismo Paco (el presi, que rompió la bici antes del amanecer).
Saludo al vecindario en las Casas de Palao, donde Miguel y Carlos lo tienen todo a punto para de que no nos falte de nada. Y continúo en dirección al segmento más duro del día: el inicio de la subida al Carche y el Barranco del Saltador con el Collado de Justo, junto a la loma de las Gamellejas de aperitivo. Todo se superó mejor de lo esperado. Recordando el calor asfixiante que pasamos en el 2012, y con un firme recién reparado, el calvario del Carche fue menor de lo temido, pero que nadie se lleve a engaño: las cuestas no las han quitado.



Y así, tras pasar entre las Casas de Pisana y bajar por las descarnadas pistas que llevan al Carche, llegamos, cumplida la octava hora, a Raspay: el segundo momento más esperado del día (el que más lo fue, sin duda la meta).
Gracias a Jesús, el concejal, y a Miguel, el pedáneo, pudimos comer con las comodidades más elementales. Y algo tan sencillo como un techo, unos aseos y unas sillas fueron un lujo en medio de nuestra dura jornada de pedaleo que todos agradecimos sinceramente. Nada que ver con el derrote del año anterior tirados por el suelo a la sombra de los soportales. Unida a las bebidas frescas, la fruta y el café, la ensalada de pasta que nos cocinó La Abuela Mari Carmen nos dio las fuerzas necesarias para seguir y disfrutar en la parte final tanto o más como a primera hora de la mañana.


Me dio la novena hora faldeando la Sierra de Salinas, tras pasar la senda del Barranco de los Estrechos. Aquí empieza un tramo de unos 8 km de buena pista en el que se suceden subidas y bajadas suaves en las que a poco fuerte que uno esté, se le crece el ego y la autoestima viéndose subir como un cohete y bajar como un trineo. Sin embargo este sábado la cosa fue distinta. Al llegar las subidas, mis castigadas piernas me pedían calma. Y yo, por supuesto, se la daba. Además no podía dejar de olisquear el aire como un sabueso y mirar de reojo a derecha e izquierda temeroso de que algún jabalí me volviese a salir al encuentro. Por cederle el paso, más que nada, ya que van todos sin seguro y andar luego rellenando el parte amistoso es perder el tiempo y tontería.
Fue en este penúltimo tramo de la vuelta donde el recorrido varió del año pasado. Para reducir los tramos de asfalto a lo inevitable, la ruta se prolonga por la Sierra de Salinas hasta bien entrado en el término de Villena. Buscando un collado en el Serratejo se sale por una senda recién descubierta, grata sorpresa para la mayoría de los participantes. Después enlazamos con el barranco de La Bronquina y allí terminé con la décima hora.

Al final se sale a las Casas de la Argandoña, recorriendo 600 metros de asfalto para entrar en el último tramo: Casa del Cónsul, Magán y Las Cabezuelas. Aquí los calambres estuvieron a punto de poder conmigo, pero me alié con un gavilán rezagado y nos animamos mutuamente hasta coronar la última subida del día, que en cualquier otro momento no llega a ser ni repecho, pero que por un momento me pareció un Tourmalet. Ya estaba hecho. Tomé la Vía Verde en el sentido de vuelta. Vi por última vez como los Gavilanes se volvían a distanciar de mí y en solitario, como en los últimos cien kilómetros, transcurridas once horas y tres minutos desde que me puse en marcha a las 6:09, llegué a la Estación de Autobuses. Allí estaban ya Los Hombres de Paco, Las Jóvenes Promesas, y el equipo verde de Los Gavilanes. Gabi y Juanmi Ortuño volvieron después ya duchados. Ellos juegan en otra división.
A intervalos regulares seguían llegando grupos; Medina y sus chicos, Los Músicos, por delante, los Hombres Mayores entre medias y al final del todo Las Autoridades (bajo palio), que emplearon más de catorce horas en completar el recorrido, pero ni los problemas físicos ni los mecánicos les hicieron abandonar.

Hay que reconocer que esta gente que monta en bici es la caña del jamón. Llevando once, doce o catorce  horas sobre la bici. Habiendo recorrido ciento cincuenta y dos kilómetros, ascendidos dos mil quinientos setenta y tres metros durante sesenta y dos kilómetros de cuestas, muchos por tramos de las diez sendas recorridas. Habiendo pasado frío, calor, hambre y sed. Varios después de sufrir averías, algunos con heridas en la piel por las caídas, la mayoría arañados por la vegetación. Pero TODOS, sin excepción, con una sonrisa, con la satisfacción en el rostro y el orgullo de haber superado un reto personal para el que nos llevábamos preparando varias semanas o meses: empezar y terminar la Vuelta al Término de Yecla en BTT.

Esta segunda edición de La Vuelta ha sido un éxito: todo el mundo ha podido disfrutar de la ruta a su ritmo, con sus compañeros, sin más preocupación que pedalear con cabeza conservando fuerzas para el siguiente repecho. Para los escépticos, que sepan que el recorrido es mucho más ameno, variado y divertido de lo que a primera vista, y por la denominación de la marcha, pudiera parecer. Se recorren los parajes más emblemáticos del término. No faltan los tramos de sendas, las pistas forestales y los rincones casi inéditos. La dureza es la que cada uno está dispuesto a poner y soportar. Los apoyos en los avituallamientos son sido ideales, difícilmente superables. El día que nos ha salido no lo podíamos ni soñar, y no lo podemos garantizar para otros años. Las caras de satisfacción y los comentarios hablan por sí solos y yo no me sé callar.
Con la variación introducida en el recorrido de este año se ha aumentado la dureza del final, tampoco tanto, pero se ha enriquecido con unos parajes mucho más adecuados y atractivos para la bicicleta de montaña. Pensábamos que era un acierto y así nos lo confirmó la mayoría. Podemos afirmar que hemos hallado el recorrido “Oficial”.

Hay que destacar también que la Vuelta al Término no es solo cosa de Los Liebres. Los compañeros de la Peña Los Gavilanes se han sumado con entusiasmo. Los “Fuera-Pistas” han repetido la experiencia: debe ser que no les disgustó. Hemos contado con participación internacional, con bikers de Cieza, Ontur, Sax y otras tierras del extranjero. También nos habría gustado contar con una representación del CCY y algún que otro carretero ortodoxo. Pero todo se andará, y en sucesivas ediciones se terminará de consolidar este día como la verdadera fiesta local de la bicicleta.

A seguir disfrutando…
Datos de la ruta:
 Enlace para descargar el Track.