martes, 22 de octubre de 2013

RIÓPAR 2013: X MARCHA BTT LOS CALARES DEL RÍO MUNDO



PARTE I: RECORRIDO CORTO.
(Así lo vio Juan Ramón).

La marcha de Riópar de este año 2013 levantó entre nosotros todas las expectativas posibles. Sin acabar agosto y las vacaciones ya empezamos la preparación con un improvisado atracón de sendas al que siguieron etapas cada semana más exigentes: Pisana y el rodeo a la Sierra de Salinas pusieron a prueba la paciencia de todos. En El Capirutxo y la Silla sentimos cómo el tío del mazo nos pisaba los talones. Subir al Carche con los Gavilanes me ayudó a mantener el control para aguantar una subida larga llegando todavía con fuerzas a la cumbre. Y acabamos septiembre recobrando la sensatez en las brutales trialeras  y escalones de Játiva al echar pie a tierra si la ruta se ve demasiado turbia. 
Juntando las de Almansa y las de Yecla, octubre se convirtió en una orgía de sendas y así llegó el fin de semana de la carrera en Riópar, donde todos íbamos a comprobar en carne propia que cualquier parecido del entrenamiento con la realidad, sería pura coincidencia.
El fin de semana se presentó perfecto. La casita rural en el pueblo para disfrutar el ambiente ciclista. El tiempo, que ya preocupa siendo octubre y tan bueno. El arroz del sábado con los Gobik Managers que se consolida en el programa de actos de la carrera. Verduras y pasta para la cena y a las once en la cama a digerir los hidratos de carbono para la carrera. Pero algo turbaba mi descanso. Porque me acosté jugando mi atlético, aunque viendo la trayectoria de esta liga, ¿alguien dudaba que ganaría al Español?
Muy temprano desayunaba con los dos Javis y el Internet de mi sobrino (mi zapatófono ha muerto) me trajo la mala noticia: habíamos palmado. La expectativa de quedar como líderes en solitario, se quedó en la decepción de pasar a ser segundos. Vísperas de mucho, días de nada. Y lo peor todavía estaba por llegar.

El ambiente en la salida era fenomenal. Se notaba poca tensión. Todos teníamos claro que, saliendo delante o detrás, la ruta en poco tiempo pondría a cada uno en su lugar.
El pelotón recibe los ánimos del público mientras se despereza por las calles del pueblo rumbo al Gollizo, en lo que sería la primera subida del día, por pistas amplias y bien compactadas en las que cada uno buscaba su sitio para encarar la primera bajada y senda del día hasta las Casas de Las Tablas. A pesar de las buenas intenciones de la organización, los seis kilómetros iniciales de subida no fueron suficientes para clarear el grupo y, en la parte en la que me tocó empezar, el pelotón de lo torpes por lo visto, tuve que esperar dos veces a que se despejaran las colas en sitios en los que, sin complicaciones apreciables, algunos se bajaban de la bici; que yo no lo critico, pues cada uno es libre de elegir su medio de transporte y seguir a pie cuando lo crea conveniente. Pero apartándose a un lado y dejando paso educadamente a los que venimos detrás.
Una cómoda bajada por sendas y pistas nos lleva a las cabañas de El Lagunazo donde se inicia una divertida y a ratos exigente sucesión de caminos y senderos que, cruzando la carretera de Siles por un desagüe y la de Elche de la Sierra escoltados por la Benemérita, nos lleva al primer avituallamiento cerca de Mesones. 
Poco antes una parada, provocada de nuevo por el pelotón de los torpes, me permitió comer una barrita, de modo que me salté la parada iniciando la ascensión al Calar del Mundo casi en solitario, tranquilo y ojeando el pulsómetro para no pasar de revoluciones. La subida es, ya se sabe, larga y dura, y un hombre mayor como yo no puede permitirse ninguna alegría.
Pasa el tiempo y pasan los kilómetros. Una comparsa de Elda, no sé si mora o o cristiana,  llega a mi altura y me supera. Recojo el cadáver de algún que otro valiente (ninguno llamado Óscar) y cambio impresiones con el tendero que me vendió la bici. Le comento lo tranquilo que va uno cuando lleva una patilla de cambio de repuesto en la mochila. Él, JR y yo sabemos porqué lo digo. Da gusto hacer tratos con gente tan formal y seria.
A mitad de subida aparece el letrero con el km 30. Aquí la cosa pasa de mal a mucho peor. Los cuatro mil metros que siguen llegan a ratos al 18%. Al poco me alcanza la guardia civil, que casi me tira en plena rampa por no guardar el metro y medio. Tras cada curva viene un repecho peor. Con toda la vajilla puesta el pulsómetro no baja de 170, pero no tengo otra alternativa. El Calar es así. Aprovecho los pocos descansos para bajar el ritmo procurando en cada repecho guardar algo para el siguiente.
En el km 37 desaparece la vegetación y solo se ve un repecho y gente parada en lo alto. Ha llegado el segundo avituallamiento. En éste sí paro a comer. Juanmi está allí reponiendo fuerzas, pero no se le ha quitado el susto de la cara. Por mucho que te cuenten, la subida al calar es siempre más de lo que uno se imagina. Estamos a 1560 metros de altura y corre un viento que hiela el sudor. Así que emprendo la marcha seguido por Juanmi. Disfruto un tramo rápido. Las ruedas de mi 29 pasan de puntillas por encima de las piedras. Saludo a las vacas que nos miran perplejas y llegando a la tinada accedo a la senda que nos conducirá hasta la orilla del río. Siguiendo a uno de Pinoso, la gente parada se aparta de la entrada a la senda que es sencillamente espectacular: una serie de escalones con una salida clara en la que controlar la bici tras el desenfreno inicial. Continúa el tramo más bonito, entretenido y divertido del recorrido. Una senda memorable. Rápida y limpia en un terreno sin apenas asperezas corta la empinada pendiente a través de un encinar denso y espeso.
 La bajada es muy exigente. Ya lo advirtió Alfonso el viernes: lo duro no son las subidas, son las sendas. Y no se equivocó. A medida que perdía altura la tensión de las piernas iba en aumento. Las manetas de freno se endurecían: no bastaba un dedo para mantener el control. Las manos ya se agarrotaban cuando la bajada acaba y unos metros de llano dan una ligera tregua. Ignorante de mí, respiro tranquilo y confiado sin saber que “el perro del lechero” se escondía detrás de una carrasca. Y en el primer repecho noto cómo me dio un bocado en el muslo: un calambre de intensidad suficiente para recargar un iphone. Estiro, me recupero y consigo alcanzar un ritmo decente buscando un pedaleo redondo. Y así llego al aparcamiento de los Chorros donde las animadoras de los liebres y allegados se desgañitan jaleándonos al pasar.
 Animado, recuperado (pensaba yo) y con fuerzas continúo por la senda hasta que un parón me hace echar pie a tierra. Y aquí llegó mi final pues el muslo derecho se me agarrotó por completo con un intenso dolor que mi cara, según me contaron, no podía disimular.
En semejante trance me adelantó mi amigo Alfonso de Cieza, quien se compadeció de mí y siguió. Al poco asomó Juanmi, decidido a tomar “la corta” ante el deterioro muscular que estaba experimentando. Así que me tuve que rendir a la evidencia y cambiarme de carrera, acompañando a mi colega por el “circuito alternativo” que, siendo casi todo cuesta abajo, era el único que me podía permitir.
Con gran desconsuelo tomé las de Villadiego, ya sin ansia y sin prisas. Me perdí gran parte de la ruta y me pesa; sobre todo por no haber conocido la Cañada de Los Mojones que, por lo que cuentan, es un lugar encantador. Habrá que volver otro día.
Entramos a meta relajados y tranquilos, con un tiempo de 4:21 llegando antes que Gabi por primera vez en la vida. Muy frustrado y un poco desorientado saludo Dani y Javi Ortuño, liebres que abandonaron antes por avería mecánica. Cuando Isra me avisa -Te están nombrando por megafonía. Has quedado primero de tu categoría-. Menudo sobresalto. Voy corriendo a buscar al del micrófono a explicarle lo sucedido y me echa la bronca. Otra vez me llevaré el chip a mi casa. Al final se aclaró todo y después de recuperarnos, hidratarnos y ducharnos celebramos la carrera como en la aldea de Astérix, comiendo y bebiendo todos juntos en Los Bronces, comentando las penalidades que cada cual pasó y haciendo planes para la próxima edición, para la que habrá que plantear una estrategia mejor.

PARTE II: RECORRIDO LARGO.
(Así lo vio Andrés).

Hasta el km 45 pedaleo en solitario, sin contacto visual con el resto de liebres, aunque intuyendo que no debían andar muy lejos (tanto por delante como por detrás) y con la sensación de que llevo un ritmo demasiado elevado y no estoy bebiendo suficiente agua. No se si lo pagaré al final.
La subida al Calar, a mi propio ritmo, no me resulta, a diferencia de otras ocasiones, especialmente dura ¿es que habrán arreglado el camino?. El sendero de descenso posterior, no transitado en anteriores ediciones y gran sorpresa de este año, es sencillamente espectacular. Un largo tramo, rápido, sin apenas escalones rocosos y de dificultad técnica moderada, pedaleando sobre una auténtica alfombra de hojas secas; y todo ello en medio de un tupido bosque de encinas salpicado a su vez, aquí y allá, por pinceladas otoñales de otros árboles caducifolios; tres kilómetros de auténtica gozada.
En el avituallamiento del km 45 me adelanta Miguel Lucas. ¡Vaya con estas liebres Master + que no necesitan ni parar a comer o beber! Dejo el avituallamiento y, a toda prisa, continuo tras el. Pedaleamos juntos por un sendero paralelo a la carretera hasta que comienzo a perder metros poco antes de acometer el duro camino de ascenso a la Cañada de los Mojones.

Aprovecho los kilómetros de falso llano de la Cañada para acelerar el ritmo y ganar metros hasta alcanzarle. Comenzamos otro fantástico y nuevo sendero (Km 52), con continuos sube-baja iniciales, en los que las fuerzas me empiezan a flaquear y vuelvo a retrasarme. Continuamos por un tramo de descenso técnico, en el que choco aparatosamente con un árbol, afortunadamente a escasa velocidad y sin consecuencias, pero que aconseja, a partir de ese momento, circular con mayor prudencia.

Llego a un camino (Km 58) en buen estado y moderado ascenso en el que aprovecho para echar el resto, aumentar el ritmo e intentar alcanzarle. En ese momento mis castigados músculos me mandan el primer aviso, empiezo a sentir rampas musculares y acabo con un agarrotamiento de mi pierna derecha que me obliga a bajar de la bicicleta, hacer estiramientos y automasajearme ambas piernas (ante la ausencia del “Tío del Mazo” me visita “El Tío Calambre”). Estoy en tierra de nadie, sin posibilidad de abandono, y Miguel Lucas ha puesto definitivamente tierra de por medio, aunque, paradojas del destino, con la mala fortuna de salirse posteriormente del recorrido, en los últimos kilómetros del mismo, llegando a meta después de mi y entrando en cuarta posición de su categoría, a escasos cuatro minutos del tercero.

Retomo la marcha a un ritmo muy suave, comienzo el descenso hacia el Arenal y noto como, poco a poco, van remitiendo las molestias musculares. Parece que pese a todo voy a poder acabar la marcha.

Después del Puerto del Arenal (Km 60,5) continuo el descenso por otro nuevo sendero, paralelo a la carretera y a tramos técnico, coincidente a su vez con el trazado del recorrido corto y en el que llegamos a confluir ciclistas participantes en ambos recorridos. A continuanción un corto tramo de camino al que le sigue un sendero de descenso (ya conocido de anteriores ediciones) que presenta puntuales tramos técnicos y obliga, ante la escasez de fuerzas y reflejos, a tomar más precauciones de las habituales. 

En el Km 65, y después de una considerable dosis de esfuerzo psíquico y control mental, con Riópar y, lo que es peor, los barriles de cerveza a tiro de pedal, logro vencer las tentaciones que imponen la sensatez y la prudencia, alejo las refrescantes y placenteras imágenes que aturden mi mente y continuo por el recorrido largo, conformándome, apenas, con un plátano y un vaso de bebida isotónica en el último avituallamiento, antes de acometer los restantes y últimos 400 m de desnivel de subida del día.

El recorrido continúa por un sendero que asciende en dirección a Riópar viejo, próximo al arroyo del Rigüelo y que incluye algunas cortas y fuertes rampas que, a estas alturas de la ruta y en previsión de males mayores, inevitablemente hago a pie. A unos 2,0 kilómetros este sendero enlaza con una pista forestal, afortunadamente ya en suave y moderado ascenso, que permite, con paciencia y austeridad en los desarrollos, hacer kilómetros y ganar altura sin excesivos esfuerzos. Cuando acaba la pista, continúo por una fuerte rampa de ascenso (nuevamente a pie) y un sendero próximo al pintoresco cortijo de la Toba y la carretera de Alcaraz. A continuación, un nuevo sendero de descenso, con más tramos técnicos y de fuerte pendiente de los deseables a estas alturas, conduce a la pista de El Gollizo.

Apenas un kilómetro después, nuevo desvío y nueva senda, rápida y, salvo algún paso aislado, de dificultad moderada que acaba en un camino, junto a una balsa y un bucólico cortijo en ruinas, y que, ya por fin y en rápido descenso, nos conduce a Riópar después de, al menos para la mayor parte de los mortales, más de cinco horas ininterrumpidas de bicicleta de montaña por un entorno y un paisaje, como siempre, espectacular.

Felicitaciones a los organizadores (así como a todo el personal de apoyo en los cruces y avituallamientos) que, después de ya (en mi caso) seis años consecutivos, no dejan de asombrarnos con el recorrido (este año más duro y con mayor longitud de senderos que otros años) y nos ofrecen nuevas sendas y parajes por los que pedalear en cada edición.

¡Volveremos! Aunque eso si, para próximas ediciones la organización debería mostrar un poco más de comprensión y consideración para con los participantes ya que, pese a nuestra aguerrida apariencia, somos humanos (o liebres-humanas) y como tales, y después de 65 km en las piernas, débiles de mente y de espíritu. Por ello, castigar si queréis nuestro atrevimiento con más senderos, cuestas y kilómetros adicionales pero, por favor, no volváis a tentar al homo-lupulus (o homo-cervecero) que todo biker lleva dentro poniendo tan fácil como en esta ocasión el abandono del recorrido largo. ¡Para decisiones difíciles ya está la vida!.

El primero, el último y la clasificación de los miembros del Club que terminaron el recorrido largo:


Datos prácticos:
Distancia: 74 km
Desnivel acumulado positivo: 2.220 m (Google) – 2.310 m (Compe GPS).
Horario (en mov): 5-7 h
IBP: 230

lunes, 7 de octubre de 2013

Tobarrillas Total Extreme 2013 - La gran ruta, El gran grupo.

El sábado fue uno de esos días memorables de bicicleta de los que quedan en la memoria individual y en la colectiva. Ayer se mezclaron, como ningún otro día, las sendas, los kilómetros, las horas, el sufrimiento, el paisaje, el compañerismo, la solidaridad, la diversión, el deporte, el esfuerzo y la satisfacción del trabajo bien hecho.

La expectación era muy grande en cuanto a esta ruta, calificada para muchos, entre los que me incluyo, como la "mejor ruta" que puede hacerse saliendo y volviendo a Yecla en una sola mañana. Al llegar a la fuente de los leones, aún de noche y con las legañas mal quitadas, quedé maravillado ya al ver el gran número de liebres que allí nos habíamos presentado. Casi sin tiempo de saludarnos ni de esperar a los más tardones, partimos hacia el norte, ansiosos y deseosos de llegar a Tobarrillas, sin querer ser conscientes todavía de todo lo que nos quedaba por recorrer y todo lo que nos quedaba por disfrutar.


Almansa al fondo

No haré como en otras crónicas en las que describo la ruta, y no lo haré porque no cabe en esta entrada, por que no le encuentro sentido hacerlo. No lo hago porque lo mejor es que la hagáis, que la sufraís, que os perdaís por estos parajes, que disfrutéis de tantos kilómetros de pistas, de tantos kilómetros de sendas, para arriba, para abajo, de la belleza y grandeza de algunos bosques atravesados, de la dureza y sufrimiento que supuso la acumulación de kilómetros y kilómetros de sendas, de la preciosa pista en suave ascensión al barranco de la Mosca, del maravilloso Cuco de los Garganchines y con su magnífico entorno, de las sendas por bosques frondosos en continuo zigzag, de la subida a los molinos por la senda, mucho más bonita y entretenida que por el duro y empinado cortafuegos, de las vueltas que le dimos a las preciosas sendas del Cerro de la Bandera, de la inigualable senda de la Casa del Aire y continuación con la senda del Barranco del Agua, de la pedregosa subida a Gilopo, de la pesada y dura, a estas alturas de la película, subida hacia el oasis de Olula, cuya agua fresca, clara y transparente, emana constantemente para saciar las bocas de los esforzados ciclistas. No cabe explicar con palabras el esfuerzo en las sendas postreras, Olula, Tanos y Casa Jaime. ¿Quedó algún tramo de senda por recorrer?

Los fotógrafos. Gracias Raúl por las fotos
Mención especial merece el funcionamiento del equipo de mecánicos en ruta de las Liebres, que al final tuvieron un duro trabajo con el cambio de Javi Chirlaque, el cual, cansado ya de tanto mover la cadena para arriba y para abajo, decidió tomarse un respiro. Allí estaba, como no, la siempre socorrida "goma de Juan Ramón", la cual lamentablemente duro un suspiro por la empinada senda de Casa Jaime. Una brida le sustituyo como bien pudo. Y para que contar el ansia con la que pusimos rumbo a casa, para llegar a una hora lo más decente posible, volando sobre la pista de la Casa del Nene.
 


La fiesta del sábado lo fue más si cabe por el comportamiento del grupo, el gran grupo, grande en todos los sentidos. El pelotón de las liebres que llegó a aproximarse a la treintena de unidades en algunos momentos, mostró, especialmente en las sendas, el buen momento por el que pasa, especialmente en el aspecto físico, donde en una ruta tan larga y en la que nos encontrábamos ciclistas de muy diversos niveles, supimos mantenernos prácticamente unidos como una sola unidad durante todo el recorrido, fluyendo, como si de líquido se tratase, por las divertidas sendas, como si realmente nuestras bicicletas fueran parte ya de las mismas.

En un momento de la ruta, acercándonos ya a los "postres", Andy me sugiere, no sin cierta ironía, que el nivel de dureza de la ruta debíamos de catalogarlo como alto en lugar de muy alto. En mi opinión, los retos, una vez superados, nos pueden parecer que eran pequeños, más fáciles de lo que en principio pensábamos, pero, seguramente somos nosotros los que nos crecemos ante las adversidades, aquello de: "lo que no te mata te hace más fuerte". Personalmente, las dos veces anteriores que había intentado la ruta no había logrado culminarla, una vez por miedo a que me diera una pájara, y en la otra porque mis acalambradas piernas me dijeron "hasta aquí hemos llegado". El sábado pude felizmente completarla y con buenas sensaciones, lo que todavía me causó más alegría si cabe. Y es que no hay nada más gratificante para el ego que plantearse retos cada vez más difíciles y superarlos, y ver así como se empequeñecen los obstáculos superados en el pasado con esfuerzo y tesón.

Por otro lado decir que lo siento. Que lo siento por vosotros, por los que no habéis podido hacerla, por los que por un motivo u otro no pudisteis venir el sábado. También lo siento en parte por vosotros también. Si, los que vinisteis y tuvisteis que volveros antes, por el motivo que fuese. No pudisteis disfrutar del manjar, del regalo para los sentidos que tuvimos el placer de disfrutar, del atracón de sendas (cerca de 30 km), del banquete de sufrimiento gozoso, que diría Juan Ramón, que nos metimos entre pecho y espalda los que pudimos completar la ruta y llegar a nuestras casas con las piernas doloridas, con hambre, hablando de las gachasmigas que nos comeríamos, de las patatas a montón, de las cervezas que nos íbamos a "hincar" en el bar o en casa, pero con la alegría y la satisfacción que solo las grandes rutas te dejan. Retos más grandes vendrán, este ya lo hemos superado.

Gracias a Andrés y Juan Ramón por la ruta preparada, así como a todos los que la habéis gozado como yo.

Datos de la mañana:

Hora de inicio: 7:35
Hora de llegada: 14:26
Distancia recorrida: 98,2 Km
Tiempo en movimiento: 5:50 min.
Desnivel acumulado: 1.410 mts.


martes, 1 de octubre de 2013

SENDAS XÁTIVA

(Texto Chir-liebre)

Seis Liebres (cinco "de carné" y una adoptiva), nos desplazamos el pasado sábado a la localidad de Játiva para recorrer un track  previamente elaborado sobre las experiencias de conocidos gurús de las rutas.
Al llegar nos sorprendió la ciudad, moderna y dinámica en sus afueras,  y nos vimos encogidos frente a la Sierra del Castillo que, desplegándose como un telón imponente, advierte al visitante lo difícil que será conquistarla, sea por las armas o en bicicleta.
Empezamos a subir las calles de Játiva siguiendo la raya del GPS y muy pronto la ruta entra en las primeras sendas que penetran en el recinto amurallado por el hueco de una antigua puerta. Llegamos a una construcción que parece un pozo de nieve, lo que nos puede dar una idea de lo que ha cambiado el clima en los últimos siglos, puesto que solo está a 200 m. de altitud.
Seguimos sendeando entre antiguos cultivos y entramos en calor serpenteando por las curvas de asfalto que llegan al turístico Castillo, cuyo señor todavía no se había levantado por lo que la puerta encontramos cerrada. Vistas alrededor y foto, y emprendemos la bajada por unos ahorros de escaleras que unos bajaron a pie y otros andando, menos Marcos que, apurando los amortiguadores hasta el fondo, bajó en un santiamén hasta la siguiente estación, en ermita de San José.
Volvemos a entrar el pueblo y no acertamos, siguiendo el track. Y tuvimos suerte de no cruzarnos con los guardias porque tomábamos todas las calles en dirección prohibida. Pero por ahí nos habían mandado los que conocen el terreno y no seremos nosotros quienes les llevemos la contra.
Pronto nos desviamos por una senda en zig-zag que nos devuelve a la ermita de antes y de allí seguimos por sendas, despiste incluido, hasta volver a entrar de nuevo en Játiva, Y otra vez por direcciones prohibidas. Pero siguiendo el track.
De nuevo cogemos otra subida en zig-zag, esta vez un Vía Crucis que nos lleva a otra ermita. Aquí por fin parece que acaba la visita turística y empieza de verdad la ruta.
Bajamos por pistas, cruzamos la carretera y empezamos a recorrer sendas. Pero nos topamos con la valla que defiende unos algarrobos (yo pensaba que las especies protegidas eran otra cosa) y que nos obliga a arrastrarnos y hacer equilibrios para entrar y salir. Superado el contratiempo, continuamos y un poco más adelante, llega una buena senda en bajada con algún escalón rocoso en los que Marcos pasa como si nada y otros descabalgamos prudentemente. La ruta continua con tramos de camino y sendero recorriendo la solana de la sierra. El sendero se empina y toca empujar las bicis, pero sabíamos a lo que íbamos.
Se suceden tramos de sendas técnicas en continuo sube y baja que hace imposible encontrar el ritmo. Y tras dejar atrás un depósito de agua, cruzamos el asfalto y acometemos una dura subida por pistas muy sueltas que tiene como recompensa un divertido tramo de sendas por la Loma de Gozalvo y Rambla de Caturla, rápido, limpio y totalmente ciclable.

Volvemos al asfalto, que abandonamos para subir, apartando antes otra cadena, hacia la Sierra de Vernissa. Las duras rampas lo fueron más perseguidos por el coche del vigilante, hasta que tomamos la senda que baja a Játiva. Bajada rocosa, empinada y con unas curvas cerradísimas que supuso un reto para todos los participantes. Inevitables tramos a pie, sobre todo al principio, que se van haciendo más asequibles a medida que nos acercamos a Játiva, donde llegamos con la adrenalina hirviendo tras una bajada técnica, seguramente más de lo que permiten nuestras ligeras monturas.
Volvemos a cruzar Játiva, desobedeciendo otra vez el código de la circulación. Salimos por la carretera de Genovés que dejamos nada más salir para tomar camino a Alboy. La dura subida por asfalto viejo pesa en las piernas castigadas por los continuos cambios de ritmo. Pero pronto llega la recompensa: otra senda técnica en bajada que resulta un caramelo comparada con la anterior.

Sigue el tramo "fluvial" de la ruta. Una senda de ribera, en un verdadero túnel de cañas, nos sorprende y refresca. Cruzamos el río Albaida aprovechando la infraestructura de un viejo molino. Cruzamos las vías del tren y nos adentramos en otra zona de senderos que llevan hasta la Cueva Negra. Se alternan subidas de fuerza, bajadas técnicas y senderos amplios y llanos junto al río, que también se agradecen para relajar brazos y piernas.
Seguimos remontado el barranco de Cuadrado y llegamos ora vez a la Sierra de Vernissa. Esta vez en busca del collado que la separa de la Serra del Castell. Una subida en sendas que empieza siendo asequible pero que se va complicando a medida que se acerca al alto del collado. La bajada es todavía más rocosa, empinada y revirada que la que hicimos dos horas antes, lo que sumado al cansancio y los sustos acumulados durante la mañana, invitaba a disfrutarla andando con (no en) la bici.
Ávidos de cerveza abandonamos el track nada más entrar de nuevo en Játiva. Y, ahora sí, respetando las direcciones prohibidas y haciendo los stops que nos encontrábamos, volvimos al punto de partida, el Palasiet, donde nos refrescamos con unas jarras mientras intercambiamos impresiones sobre la ruta.

La ruta es recomendable 100%. Si estás preocupado por algo y quieres evadirte del mundo durante toda una mañana, aquí está tu sitio. Te aseguro que todos tus pensamientos y tu atención estarán ocupados, pendientes de no toparte con ningún coche de frente por el pueblo, no descalabrarte bajando trialeras, no ahogarte en el río (más si no te acompaña Pepe Sánchez) o no enredarte en ninguna de las muchas cadenas que encontrarás. Cuando la acabes, más suave que un guante, me darás la razón.

Datos prácticos:
Track:  Aqui
Distancia: 40,4 km
Desnivel acumulado: 1.145 m
Tiempo en movimiento: 04:20 h
Velocidad media (mov): 9,0 km/h